Ciertamente
el texto constituye la narrativa de un ahora desde las retinas de un niño de
nueve años, cuando el mundo es mucho más grande de lo que posteriormente
cuestionamos (a medida que vamos envejeciendo) en este tiempo no existe el
agobio de una política mediocre o una educación cuestionable, solo la tensión
del desempeño del juego que demande la temporada, los problemas de la casa se
pueden ahuyentar a través de un recorrido por la ciudad donde la urbe conforma un paisaje prehistóricamente gigante
hecho de concreto. Al llevar a mi propio caso y mi lógica me percato que no
recuerdo mayormente lo que era o lo que hice cuando tenía nueve años, quizás
algún trauma pueda truncar abruptamente mis recuerdos o quizás solo no lo
recuerdo como parte de un proceso carente de algún acontecimiento importante
que constituya un referente cronológico, que guie mi memoria.
Lo
más cercano que recuerdo era que cerca donde yo vivía no habían niños por lo
que solo jugaba con mi primo a cualquier cosa, tasos, laminas dragon ball z,
etc y que cuando no estaba yo dibujaba en mi cuaderno cualquier cosa que
cupiera en mi imaginación. Nosotros o por lo menos en nuestro caso particular jugamos
para entretenernos, recrearnos, por diversión para acortar las tardes y matar
las tardes aburridas, quizás también nos desarrollamos y ejercitamos nuestro
cerebro pero en ese tiempo el objetivo era muy diferente.
El
porqué se juega es un tema amplio de discutir, sin embargo, en palabras del
profesor José Tomás Labarthe, el juego es la previa a la guerra, incluso su dinámica
se base en la posición básica (ofensiva, defensiva) de los batallones, quizás
cabe la duda entre sí fue primero la guerra o el juego, como la dinámica de la
gallina y el huevo, al preguntarle a un antropólogo el sentido del juego y responderá
con una aproximación de carácter bélico, en cambio preguntárselo a un niño como
lo vive responderá que solo lo hace porque es divertido, en mi opinión podría
caber la idea de que la evolución nos llevo a la selección natural en
colectivo, es decir asociarnos como en la guerra, para dominar la especie y de ahí
el comportamiento de jugar puede recaer en una aproximación bélica que denote y
explicite nuestro pulso interno de guerrero estratega.
Dentro
de la alegría existe el impulso de reír, ahora lo importante es por qué reír o
porque nos reímos, existen variadas teorías, como por ejemplo, aquellas que
dicen que es un impulso nervioso, para mi es una respuesta al medio, mediante
la risa nos identificamos con caricaturas y hacemos nuestra realidad más
tolerable, lo que hace que podamos tener un paso más grato por la tierra, para
el caso de “el hombre que ríe” creo estar incapacitado para dar una respuesta única,
lo que sí puedo es dar mi opinión y decir que es una contraposición, como una sátira,
ya que, su diabólico resuello, es llamada risa para amenizar su naturaleza
macabra, es como cuando existe algo muy bello a lo que irónicamente decimos que
es feo.
¿Que
simboliza el hombre que ríe? , simboliza (a mi parecer) una forma de adaptarse,
simboliza la fuerza de la justicia que tiene el tímido, ya que a pesar de sus defectos
y de que se oculta hace justicia en forma de crimen como un Robín Hood macabro.
¿Qué
significa la máscara del hombre que ríe? Yo pienso que la máscara es la careta
o la coraza que todos desarrollamos para que los demás no nos hieran, el hombre
que ríe tenía su personalidad compleja y su lectura macabra y justiciera del mundo
pero ocupaba su máscara para adaptarse, para encajar en la sociedad que tenía
que era su grupo delictual, por lo cual la máscara es la personalidad, es la explicitación
de la mascara (sicológicamente hablando) que portamos todos en nuestro cotidiano
para encajar con el resto y sus lecturas de vida.